Los hispanos
introdujeron en la Nueva España la técnica de freír y trajeron hábitos
alimenticios donde las “empanadillas y txalupas” si eran socorridas, no en la
forma hoy conocida. Zalacaín invitó al grupo a reflexionar: los conquistados
tenían alimentación definida, los conquistadores también y ambas culturas fueron
fusionándose. El maíz, originario del Nuevo Continente, llegó a España en 1603;
Gonzalo Méndez dejó de ser gobernador de La Florida y
en dos arcas llevó las semillas y promovió su cultivo, en 1605 se
supo de la primera cosecha de maíz en Asturias, sus
granos fueron usados para animales de corral.
Los interlocutores
escuchaban sin comentar, alguien pidió unos molotes por los rumbos de El
Carmen, Zalacaín seguía disertando: Por hambre y malas cosechas los asturianos
de finales del XVIII se vieron en la necesidad de usar el maíz como alimento,
molieron los granos y obtuvieron harina, con ella prepararon panes como la
“boroña” asturiana, del celta “borona” –pan de mijo–, la harina se mezclaba con
la de trigo de escanda, una vez horneada se freía, también una empanada grande
rellena de chorizo y cerdo llamada “boroña preñada”. En el siglo XIX
aparecieron varias recetas con harina de maíz la “fariñón”, morcilla con
harina, el “pantruque”, rollo de harina de maíz con tocino y huevo; y
los “tortos”, lo más parecido a la consistencia de un “molote” poblano,
producto de la mezcla de harinas de trigo y maíz, en forma de tortilla gruesa
pasada por aceite caliente hasta quedar crujiente, como un molote. “El Cocinero
Mexicano”, recordó el aventurero, registró en 1831 la
receta de las “quesadillas” en el apartado de “Almuerzos ligeros dispuestos con
tortillas de masa de maíz”, eran tortillitas chicas rellenas de queso fresco o
añejo dobladas por la mitad, cocidas con “un hilo de escobeta o pita, puestas
sobre un comal para derretir el queso del interior”
La técnica cambió,
del trapo se pasó al plástico, a la masa se añadió polvo de hornear para inflar
el molote, y en lugar de manteca se usaba aceite del 1 2 3. Las familias
privilegiaban comprar en los puestos donde el aceite no estaba quemado. El
molote se convirtió en alimento de media tarde y noche, propio para después del Rosario, la misa de 7 o la visita a la casa de los
compadres. ¿Y el nombre, de dónde viene? Todos callaron. ¿Será por el
envoltorio llevado en las ancas del caballo? Los molotes llegaron, por
desgracia eran de un tamaño enorme, grasosos, la masa no era de maíz con harina, el
sabor crujiente no apareció ni siquiera en las orillas. La llegada de “maseca”
está acabando con los molotes, con su textura, con su sabor. Cosas de la
modernidad, pensó Zalacaín.
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